sábado, 7 de diciembre de 2013

Borrados caminos

CUANDO NO QUEDA NADA

Cuando no queda nada
ni nadie
es hora de marcharse.

Cuando ya sabes
que los paisajes que amaste
pueden desaparecer en un instante.
Cuando ya cansa, por falso,
todo lo que aquí parece bello.

Y sabes que hace mucho frío
en cualquier calle
allá lejos, donde a nadie
le importas lo más mínimo.

Pero aquí ya no queda nada,
todo es un vacío
que de nuevo ha de colmarse
con otros caminos.
Aquí todo ha sido reventado.

Yo pensaba que algo habría sólido
en el polvo. Ahora suena tonto
incluso el pensarlo. Se hunde la tarde
y las heridas rojas ya llegan
al centro del corazón.

Me iré al país del frío,
mi casa fue destruida por el tiempo.
Y es un consuelo y un hechizo
saber que no serás buscado.

En las ciudades seré un desconocido
con un cartón anunciando
mi ausencia en el mundo,
echado en el suelo, helado y herido,
rodeado de la más completa indiferencia.
En los campos, por borrados caminos,
en las llanuras o en los montes,
seré una hambrienta bestia
que busca a Dios, un mendigo
derrotado.

Yo no sé lo que busco,
tal vez anunciar que perdí mi raíz
y olvidé lo divino.
Y así todo fue mentira, una burla
insistentemente repetida.

Cuando me llegue la hora de partir
y dejar esta nada,
yo sé que más allá de las nieblas
nadie vendrá a buscarme
al muelle de los muertos.

Oh, si tú vinieses, amada,
tú que nunca viviste en la Tierra,
tú que fuiste mi luz, mi interna esposa,
tú que nunca traicionaste
mi cariño, mis caricias.

Todo estará desierto en la hora
sin tiempo. Pero si tú vinieses,
hada bellísima,
si tú me dieses
tu mano perfumada de poesía
cuando ya no queda nada
ni nadie, yo te daría
todo lo que tengo: mi corazón
totalmente destrozado,
mis esperanzas totalmente destruidas,
mi vida vacía; todo el horror
yo te daría, hielo y fuego en mis ojos,
para que tú hicieses con mis restos,
si quisieses, algo hermoso,
una oración con mis huesos
o la canción de un pájaro
al crepúsculo, más allá de los hombres,
con mi humo o con el rojo de mi sangre.

Más allá de la ceniza
aún querría esperarte,
amada mía,
cuando ya no queda llama
en el hogar y todos han marchado
para siempre. No esperaré a nadie
de esa Tierra, de esa vida.
Pero si tú vinieses, miraría
tu rostro más allá de todos los espejos,
tu mirada haciendo luz en el silencio,
sentiría algo de paz al fin
tras todos los caminos muertos.

Adiós, amada mía.

Chuan Chusé Bielsa