lunes, 15 de noviembre de 2010

Seres queridos

Almendreras tras las lluvias

Almendreras tras las lluvias

Ofrenda de frutos de otoño

Poco a poco
se van asentando los colores
del otoño.
Poco a poco van marchando
las luces del verano
(no hace mucho nuestros ojos
aún eran heridos por los soles).

Yayo, los frutos de los campos
que trabajaste van madurando:
uvas en la viña de los abuelos;
higas en higueras escondidas
en ribazos secretos;
almendras que ya han abierto
sus pellejos de esmeralda;
royas manzanicas;
perfumados membrillos amarillos;
suaves tesoros resplandeciendo
en vergeles y huertos.

Las venas de la sagrada
Tierra hacen donación, al fin,
de sus días como ofrenda:
todos los dolores,
todos los gozos, todos los soles,
sequías, tronadas, nieblas,
todas las lluvias,
todas las rosadas,
todas las calladas
oraciones de los labradores
se han vuelto fruto,
soleada agua madura, sublimada.

Yayo, qué bonicos ahora
tus campos en este otoño
que está creciendo;
contempla el milagro naciendo.
Sobre esta plenitud
he aquí lo que yo también te ofrezco
como otro fruto de este tiempo:
mi recuerdo, las palabras
que tú amaste y que yo
continúo queriendo,
hablando todavía en el silencio,
las palabras que son el canto sagrado
de este Aragón nuestro.
¿Oyes yayo desde el cielo?,
ahora el viento lo está cantando
entre las hojas que desde lo alto
nos van dejando, sobre los campos viejos
que pisaste, que voy pisando.

Y una ramica de olivera
también te dejo
sobre la mesa de tu corazón,
una ramica bien llena de redondicas
perlas verdes, que hace muy poco
aún estaban en flor; son olivicas
del último impelte que plantaste;
ya creció, se hizo grande.

Yayo, aquí te dejo hoy
un puñado de la tierra
que yo amo, que tú amaste,
aquí te dejo enteros
mi amor y mi cariño,
aquí sobre los surcos
de los otoños continuaré viviendo
todavía un breve tiempo,
viendo con ojos que no son míos,
viendo con los ojos que me dejaste,
claros como cielos azulísimos,
para amar siempre contigo
sobre los campos siempre vivos,
siempre bonicos, un paraíso
eternamente proclamando primaveras.

Juan Bielsa

Palabra y música

Paisaje en calma

Paraíso de la música

Cuando ya el mundo
esté cansado de palabras
sin danza y sin amor,
vendrá entonces la Palabra.

Pero será ya música. Será
la salvación del mundo.
Cielos más que azules serán
abiertos para siempre,
ya no serán precisas
más parábolas.

Jesús respirará su música,
Jesús enseñará con música,
con palabras danzantes.
Jesús, sembrarás
tu música sobre la Tierra;
la vida crecerá.
Sembrarás canciones
sobre los lechos de la noche,
sembrarás danzas de amor,
ritmos de amor,
mensajes que nacerán como caricias.
Albas terrestres irán ascendiendo
hacia los paraísos de la música.

Jesús, tocarás
con los dedos de tu música
heridas y tristezas. Sanará
el mundo. Nacerá
el árbol de la vida en los altos
paisajes hermosísimos. Brotarán
alegres aguas desde el jardín
secreto, gotas cantarán.
Hablará todo
en el idioma de la música.

Jesús, el mundo vivió en sombra
en este mundo de palabras no danzantes,
nuestras palabras no acabaron nunca
con el odio y la desesperanza.

Pero tú vendrás, atravesarás
la noche con tu Palabra de amor,
con tu música de amor, besarás
con tus labios corazones.

Jesús, cuando ya los trigos
estén prestos para la cosecha,
cuando ya todo reclame
una belleza sin mentira, caminarás
de nuevo sobre páramos y sendas
de una nueva Galilea. Serán
segados con compasión los campos.
Será todo perdón.
Será un canto cotidiano
todo amor.

Señor,
cuando ya el mundo esté cansado
de palabras sin ritmo y sin encanto,
vendrá entonces tu Palabra
sobre la Tierra, danzará
sobre el tiempo y los espacios,
recogerás todas tus luces, subirán
a ti como una estrella, brillarán
cielos sin engaño
en cada corazón,
se abrirá el sagrado
paraíso de la música.

Juan Bielsa