jueves, 22 de septiembre de 2011

José Ángel Aznar Galve, poeta aragonés

Fotografía de Piagordo

Silueta del cabezo de Piagordo
Fotografía de Juan José Bielsa (2006)

AMANECER EN PIAGORDO

“Tatuado en tu hermosa piel,
Curtida por el cierzo y por el fuego,
Está el retrato fiel
De un familiar sosiego,
La esencia del tomillo y el romero”.

Contigo Piagordo van rodando las palabras.
En verde o en azul, en blanco o rojo,
Concluye tu cima en colores, en brillos
Tricolores que traducen una actitud
En la soledad madrugadora.
Las primeras son verdes.
Con ellas te ensimismas en el romero
Que expande su bella flor
O en la ginesta y la sabina que aguantan
Bonanzas y las más negras tronadas.
Después se hacen azules
Y te comprendes lleno de abiertas lejanías,
Penetras en los regallos y en los mares,
En el área incierta de los torregueros,
Para ser el temblor de una pregunta,
Para maravillarte con los astros
Que difunden reflejos misteriosos.
Así amas lo oculto, te suspendes del cielo,
Dialogas con lo extraño de toda la ignorancia
Que recorren tus laderas,
De todos los anhelos
Que azuzan tu aliento entrecortado,
De todas las grandezas que rememoras.
Siguen palabras blancas,
Cual alabastro pobremente rico,
Como el almendro, el tomillo o el letacino,
Y entre inmóviles ventoleras contemplas cómo
El hombre se funde con su sombra,
Se reduce a unas alas sin espacio,
Inútilmente dadas a la prisa.
Experiencia, existencia,
Fiera terquedad en áspero paisaje.
Siguen palabras rojas como el crepúsculo,
Alzan la llamarada de tu forma,
El poderoso arranque de ti mismo,
El caballo piafante de tus campos de fuego.
¡Cuánto viento cortante, cuánto credo inocente,
Cuánto impulso animal
Para alcanzar la tierra compartible,
La sangrienta victoria de tus trigos y cebadas,
La radiante osamenta de tu esqueleto¡
Y vas hacia ti mismo, hacia tu espíritu de cabezo,
Hacia el amor oculto en tus latidos,
Rojo como el deseo y el pudor,
Amarillo como el atroz fitero,
Morado cual lirio fiel y delicado,
Como la tierra cedida eternamente
En ascensiones fieras, sabias, hondas,
De ángeles subterráneos agonizantes.

José Ángel Aznar Galve

José Ángel Aznar Galve es un poeta y escritor aragonés, natural de Andorra de Teruel. Maestro, dinamizador cultural, bibliotecario de la Biblioteca Pública de Andorra, es un enamorado de las más diversas facetas de la cultura humana, especialmente de la poesía, de la creación literaria, de la música, de la antropología, de la fotografía... También es un gran conocedor y un gran enamorado de la cultura aragonesa y de la historia y tradiciones de Andorra.

martes, 26 de julio de 2011

Poema de amor

Eternamente amando

Mujer ya en la luz,
eternizada en la contemplación.
Estamos juntos
_nadie lo creería.
Aquí los crepúsculos
son tan bellos, de colores
desconocidos
_así los querías.

Mujer en labios de lluvia.
Nos besamos _el alma
es piel sutil.
Todo había acabado
_o eso parecía.
Nuestro navío en la mar, yo no sé
en qué acantilados quedaría varado,
yo no sé en qué playas nocturnas
quedaría dormido,
bajo qué constelaciones. Ahora
nos miramos, perplejos.
Estamos vivos.

Mujer en paz, éramos invierno
y aquí estamos de nuevo,
en esta yerba iluminada
por yo no sé qué luces, en no sé
qué jardines junto a no sé que playas,
aquí estamos ahora, celestes, jóvenes
sobre otros rocíos,
estrenando caricias,
en el amor unidos. A lo lejos
contemplamos estrellas no nacidas,
no muertas, sin tiempo,
mundos perdidos.

Yo no sé
en qué luna remota,
en qué universo
nos estaremos amando.
Poco sabíamos
de este país sin nombre, nuevo.
Pero nos queremos en silencio
y no preguntamos. Quizá sea
el país en el que todo
nace cuando todo acaba.
Ese podría ser el sentido de las cosas.
Pero callamos, y hablamos sin palabras.
Constatamos: nos acariciamos
al amanecer. Eso es todo
y nada más.
Y así está bien.
Ahora podemos
inútilmente amarnos,
sin porqués, viajando en el amor
a través de los espacios.
Qué bella, qué bella tu belleza
_eterna parecía y eterna era.
Yo no sé describirla. Pero te beso
en la frente, como a una novia iluminada.
Qué bella tu mirada. Yo no sabría
definir su luz
_pero beso tus ojos.
Así que tu amor
era más fuerte que la nada.
Nada decías.
Tu juventud era más fuerte
que el tiempo y que los días.

Ahora nos besamos,
nos creíamos viejos y ahora
nos besamos, como enamorados
al principio de los tiempos.
Así que era verdad:
había vida más allá
de todos los naufragios.
Había otro tiempo más allá
del tiempo, otros besos
más allá de la gran mar, otro amor
que eternamente estaba amando,
que eternamente renacía cuando el sol
parecía haberse ahogado
entre las aguas para siempre.

Juan José Bielsa

miércoles, 2 de febrero de 2011

Poema traducido del aragonés

Labios de aquel sol

Esta soledad, este silencio,
este aire, este frío
vienen con ráfagas
de recuerdos.

Soledad, silencio...
Aquí las palabras ya no sirven
mucho, son como herrumbrosos
aperos viejos.

Hierbas salvajes como cabellos
al viento, acariciadas
por manos, labios de aquel sol;
yo os recuerdo.
Hierbas besadas
por los rayos de sol
del sueño, aquí os tengo.

Sí, ya sabemos,
la Tierra ya murió
para aquel que no tenía más tiempo,
aunque siguió girando, rodando,
envuelta siempre en deseos,
miles de estrellas orando
sobre los fuegos y hielos.

Después del viaje
del silencio
respiramos aquí otras
esperanzas y perfumes nuevos,
aquí entre otras flores
eternamente contemplamos
otros colores y otros cielos
sin nubes candentes,
sin paisajes de lava torturada;
Venus no brilla, como un espejo,
cuando el día va naciendo
o cuando acaba,
su luz no engaña.

El sol viejo
parece ahora una estrella adormilada
entre infinitos negros;
desde un Neptuno azul
era un punto de luz que, casi ciego,
adiós iba diciendo
con temblorosos ojos muertos.

Ahora: otros besos
de otro sol
sobre otras hierbas,
otro viento
va barriendo nuevas sendas
sobre otros campos en silencio.
Y vemos mundos
que ya no son más
que un puñado de polvo en vuelo
culebreando y deshaciéndose
en un juego,
humo breve;
recuerdos.

Juan Bielsa

Puedes leer el poema en su versión original en mi blog en aragonés: Labios d'aquel sol.