lunes, 2 de diciembre de 2013

La lluvia sobre la nieve

LA LLUVIA SOBRE LA NIEVE

La nieve ha desaparecido
ante los ojos.
Ahora se oye un sonido
de dos lluvias:
una lluvia que cae
desde un cielo muy hondo
y gotas que van cayendo
de los tejados, jóvenes y amantes,
una lluvia que no es lluvia, sólo
nieve marchándose,
Es de noche.
Por la mañana todo
eran nuevos paisajes,
nos despertamos y copos
caían sobre copos:
nada era como antes,
todo era blanco y era otoño
despertándose.

Nació la nieve
y comenzó ya a alejarse
de las miradas sin apenas despedirse.
Sólo fue un instante: blanquearlo todo
y al poco derretirse,
como todas las cosas que amamos,
nacen y ya van diciendo adiós
conforme crecen: llegar e irse.

Mirar caer la nieve, y no alegrarse,
oír morir la nieve y no volverse triste.
Alegrarse con otras lluvias
y otras nieves que van cayendo
dentro de nosotros, en paz abrirse
al país de todo lo posible.

Sentir la juventud en las gotas
que van cayendo llenas de frescores
en las calles sin deseos, libres.
Escribir olvidando los años pasados.
Renovarse como lluvia sobre nieve,
nieve que muere y que nos dice
que ya todo es viejo aquí
y todo lo nuevo sólo vive
en un amor interno más allá
de todo aquello concebible.

Contemplar con amor en los ojos redime
mundos que se hicieron tristes,
contemplar dejando ir
aquello que eran sueños que dormiste.
Escucha, alma limpia,
el frescor eterno de tu juventud,
lluvias que, amor mío, perdiste
mientras sufrías y mirabas
paisajes de sombras que se extinguen,
mientras tomabas en tus manos
todo aquello que nunca pervive,
mientras pensabas que eras
todo aquello que nunca fuiste,
nieve derritiéndose
en un paisaje que no existe.
Al final oíste
la llamada segura y fresca del amor,
una lluvia clara tras las noches;
comprendiste.

Chuan Chusé Bielsa