jueves, 3 de abril de 2008

Manuel Rivas en la revista WOMAN

Cada día soy más consciente de la extraordinaria calidad de muchas revistas, culturales y de toda índole, en castellano. Realmente acudir a la librería o al quiosco de revistas es exponerse a la saludable tentación que desprenden las diferentes portadas. Los contenidos se adivinan más que interesantes, y habiendo comprado en otras ocasiones algunas de ellas y conociendo su alta calidad, todo constituye una invitación a un festín de contenido y continente. ¡Ah!, el placer de desplegar una buena revista ante nuestros ojos, y dejar que la intuición nos guíe a través de sus maravillas...

Entre todas las revistas, es obligado hacer referencia a las revistas llamadas femeninas. No me cabe duda, ellas se cuentan entre las mejores, y entre sus páginas se hace un despliega de creatividad y buen gusto suficientes para satisfacer al más exigente lector. Yo soy un comprador de revistas femeninas, y sólo puedo decir que con el transcurso del tiempo y las lecturas las aprecio más. De esta manera, además de estar informado sobre las últimas propuestas estéticas o de moda, también tengo ocasión de leer magníficos textos escritos por las mejores plumas. Como el artículo de Manuel Rivas que he tenido ocasión de leer en el número 187 (de abril de 2008) de la revista WOMAN. Se titula “Las hojas, las ranas y tú”.

Leer a Manuel Rivas no sólo es un placer. Es un privilegio. Es uno de esos escritores de los que merece la pena, absolutamente, seguir la trayectoria. Cada vez que me topo en alguna publicación con algún escrito suyo me apresto a saborear un plato exquisito para el alma ¡Y qué suerte tener la posibilidad de leerlo en su lengua gallega!

En el artículo escrito para WOMAN, Rivas nos invita a aprender “a leer en el manuscrito de la tierra”. Nos urge a aprender esta forma de lectura y a hacerlo a conciencia, para tener la posibilidad de captar los más pequeños, pero no por ello menos cargados de sentido, signos que nos está enviando la naturaleza. Si sabemos leerlos correctamente y comprenderlos, podremos actuar en consecuencia.

Rivas nos insta también a varios aprendizajes más. Necesitamos una nueva mirada hacia la tierra, “una mirada que establezca conexiones”. Necesitamos aprender a mirar en profundidad, tratando de descifrar todas las implicaciones de los mensajes que nos está enviando nuestro medio. Algún día tendremos que comprender que “el ecocidio en el que vivimos” no es un producto fortuito, sino que tiene unas causas y conlleva unas responsabilidades identificables.

Manuel Rivas nos invita a un último aprendizaje necesario: “Tenemos que aprender a hacer números de otra forma. No podemos aceptar que el valor de la tierra lo establezca un dios inmobiliario”. La naturaleza no puede en modo alguno ser una mercadería más, “todos sabemos que un río no tiene precio”. Cualquiera de las frases de Rivas ofrece materia para una reflexión jubilosamente fecunda, tan preñadas de sentido y belleza están.

Rivas hace una sutil referencia al súbito interés de nuestros políticos por el aprendizaje por parte de la población de lenguas extranjeras. Como atinadamente apunta, “ahora es el momento de aprender la primera lengua, la lengua imprescindible: la que habla la tierra por la herida”.

En ocasiones oímos a lo lejos, como apunta nuestro escritor, el agónico lamento de las ranas en los humedales desecados. Nos vamos acostumbrando a ello sin implicarnos, pero parecemos desconocer que esas ranas somos nosotros.

He intentado reflejar muy someramente la esencia del mensaje de Rivas en el artículo publicado en WOMAN y, sin embargo, me doy perfecta cuenta de que apenas si he mostrado algo de su caparazón. Para captarlo como es debido, para extraer toda su luz y su belleza y su verdad, no queda más remedio para toda persona interesada que acudir a la fuente límpida y honda del propio artículo escrito por el maestro gallego.

Juan Bielsa

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