martes, 3 de junio de 2008

Microposts

Es de sobra conocido: cuando la gente accede a Internet y lee artículos, noticias o posts en los blogs, la forma de leer es peculiar. Cuando leemos un libro o revista la forma de leer también varía enormemente en función de lo que buscamos en la lectura, pero llegado el caso, si encontramos algo que nos interesa de verdad, reseguimos el texto detenidamente, lo degustamos línea a línea, palabra a palabra, nos demoramos en una sabrosa contemplación. Leyendo en Internet, por lo general se escanea el texto con una cierta rapidez, buscando claves muy puntuales, piezas de información determinadas.

En mi caso, cuando encuentro algún texto que me interesa en la red, intento escanearlo y leerlo muy rápidamente, no me demoro parsimoniosamente en su lectura. Lo que sí hago bastante a menudo es imprimir aquellos textos que contienen información relevante o que merecen ser considerados con detención y profundidad.

No entraré en el tema de si es mejor escribir posts más cortos o más largos en un blog. Pero sí me gustaría decir que seguramente escribir con más frecuencia posts cortos, o incluso minúsculos, no sería mala cosa. Por lo menos, sabremos que si alguien encuentra esa información de su interés, va a leer ese post en su integridad. Es más, hasta el posible que lo lea varias veces, hasta es posible que se le grabe el breve contenido en la cabeza, hasta es posible que la forma de leer ese concreto post se asemeje a la forma en que se lee un libro, con atención, dando la importancia debida a cada palabra, a la puntuación, otorgando dignidad a cada frase.

Un post corto se lee en su integridad si es de algún interés para alguien, de eso podemos estar seguros, y puede contener tanta verdad y profundidad como un post larguísimo, o como todo un libro. ¿Por qué un texto ha de ser prolijo para ser de una gran utilidad, o para ofrecer un goce estético genuino? Mi paisano Baltasar Gracián ya lo enunció en archiconocida frase : "Lo bueno, si breve, dos veces bueno". En su libro "Oráculo manual y arte de prudencia" hay todo un apartado dedicado a reflexionar sobre la concisión y la brevedad, y de las ventajas que en general tienen sobre lo extenso y farragoso.

Los grandes artistas y genios de la humanidad llegaron a su maestría muchas veces por intrincados y complejos caminos, pero la formulación de su arte y su genialidad, en último extremo, siempre se plasmó a través de una economía en la expresión, a través de una reticencia a decir más de lo necesario, a través de la simplicación máxima. Hasta en la plasmación de una bella obra barroca se ha sabido decir sabiamente, en su justo momento: "basta..."

No, no hace falta que un texto sea extenso para ser útil o maravilloso, ni hace falta que una pintura esté llena para apuntar hacia lo absoluto o inexpresable. Una frase o una sola pincelada, si han aprehendido la suprema humildad, pueden transformarse en un evangelio acogiendo potencialidades sin fin.

Todo lo dicho puede ser acertado y apuntar en una buena dirección. Sin embargo, como en todo, queda aún lo más importante, lo esencial: practicarlo. Lo definitivo es la práctica, la praxis, el hecho, el auténtico milagro. Si no, todo puede acabar en humo, en una entelequia, como puede acabar este artículo si no pongo punto y final inmediatamente, porque ya se hace largo y empieza a contradecirse...

Juan Bielsa