Eternamente amando
Mujer ya en la luz,
eternizada en la contemplación.
Estamos juntos
_nadie lo creería.
Aquí los crepúsculos
son tan bellos, de colores
desconocidos
_así los querías.
Mujer en labios de lluvia.
Nos besamos _el alma
es piel sutil.
Todo había acabado
_o eso parecía.
Nuestro navío en la mar, yo no sé
en qué acantilados quedaría varado,
yo no sé en qué playas nocturnas
quedaría dormido,
bajo qué constelaciones. Ahora
nos miramos, perplejos.
Estamos vivos.
Mujer en paz, éramos invierno
y aquí estamos de nuevo,
en esta yerba iluminada
por yo no sé qué luces, en no sé
qué jardines junto a no sé que playas,
aquí estamos ahora, celestes, jóvenes
sobre otros rocíos,
estrenando caricias,
en el amor unidos. A lo lejos
contemplamos estrellas no nacidas,
no muertas, sin tiempo,
mundos perdidos.
Yo no sé
en qué luna remota,
en qué universo
nos estaremos amando.
Poco sabíamos
de este país sin nombre, nuevo.
Pero nos queremos en silencio
y no preguntamos. Quizá sea
el país en el que todo
nace cuando todo acaba.
Ese podría ser el sentido de las cosas.
Pero callamos, y hablamos sin palabras.
Constatamos: nos acariciamos
al amanecer. Eso es todo
y nada más.
Y así está bien.
Ahora podemos
inútilmente amarnos,
sin porqués, viajando en el amor
a través de los espacios.
Qué bella, qué bella tu belleza
_eterna parecía y eterna era.
Yo no sé describirla. Pero te beso
en la frente, como a una novia iluminada.
Qué bella tu mirada. Yo no sabría
definir su luz
_pero beso tus ojos.
Así que tu amor
era más fuerte que la nada.
Nada decías.
Tu juventud era más fuerte
que el tiempo y que los días.
Ahora nos besamos,
nos creíamos viejos y ahora
nos besamos, como enamorados
al principio de los tiempos.
Así que era verdad:
había vida más allá
de todos los naufragios.
Había otro tiempo más allá
del tiempo, otros besos
más allá de la gran mar, otro amor
que eternamente estaba amando,
que eternamente renacía cuando el sol
parecía haberse ahogado
entre las aguas para siempre.
Juan José Bielsa