El propio camino
Y bien, ya dediqué
demasiados días a lo inútil.
Y bien, ya me pesan
como un fardo absurdo
sobre el alma
los días que perdí
por caminos ajenos,
mal guiado
_tendré piedad de mí.
Y bien, ya me he cansado
de dilapidar la vida, la esperanza,
buscando sólo los tesoros falsos,
todo aquello que aparentemente refulgía
y que al cabo era un ardid;
joyas sin valor, espejismos, árbol
sin frutos, sin raíz.
Digo: "siento que aborrecí
en esos días
el más bello sendero".
Siento que ahora lo entreveo
y lo he ganado
_pasos incipientes sobre Ti_,
ahora que desnudo ya vislumbro
el límite de los crepúsculos rojos,
el vacío del horizonte en que creí,
el fin de la confusión y de todo
aquello que parecía ser hermoso
y que únicamente era máscara
del tiempo, de la nada
el más vano perfil.
Y bien, arrojé durante tantos años
mis más acariciados sueños
a las sombras... No escuché, no vi,
no sentí aquello que merecía
ser escuchado y sentido y visto,
el lenguaje y la cara de mil
luces de la sagrada poesía,
la flor eterna del corazón.
Me extravié en el laberinto, me descubrí
engañado una y otra vez;
no comprendí el sentido
de la vida, su oración;
de lo que soy bien poco fui;
¿acaso supe, confundido,
qué era ser feliz?
Y bien, ahora lo lamento.
¡Cuánto, cuánto me pesa
todo el tiempo que perdí!
Ahora digo: "éste es el camino,
la paz y la alegría y el descanso".
Y bien, ahora sí,
ahora acabó todo o todo
ha comenzado.
Y me voy adentrando _de regreso_
en el sendero sin más fin
que el infinito,
buscando la distancia más corta
hacia mí mismo,
la casa que busqué, los bellísimos
paisajes que anhelé,
y que siempre en mí
habitaron, sin embargo.
Juan Bielsa