Almendro en un campo de Aragón
Fotografía de Juan Bielsa
Las palabras son vida, la música es una gran maravilla necesaria, pero... ¡qué importante es el silencio!
Cuando dejamos paso al silencio creativo, muchas capas de irrealidad o de dificultad tienen la ocasión de hacerse menos espesas, incluso de evaporarse y desaparecer.
Hace algunos años me propuse voluntariamente "someterme" a una dieta de silencio. No vi la televisión durante semanas, ni oí la radio, entre otras cosas... Fue una temporada de meditación silenciosa.
El resultado fue increíble. Recuerdos que creía olvidados afloraban perfectamente nítidos en la memoria. La claridad de ideas que notaba en mí era asombrosa y una fenomenal estabilidad de todo tipo se hacía patente.
Los grandes sabios de todos los tiempos nos han aconsejado quedarnos quietos en muchas ocasiones, parar, considerar el sagrado silencio... Seguramente no es necesario leer tantísimos libros ni torturar nuestra cabeza con tantísimas posibilidades y teorías... Seguramente todo es más sencillo para conseguir aquello que profundamente anhelamos: contemplar en silencio, desvincularnos sensorialmente de lo inútil.
Colocarnos debajo de un venerable árbol y escuchar su mensaje... El viento, ramas y hojas, algún pájaro. Escucha, sólo escucha las palabras sin palabras, la calma... Nos redescubrimos en plenitud. Paz. Y ya no hay tanto miedo. No hay tanto miedo ni tanta confusión porque hemos acariciado nuestra luz, porque hemos abandonado lo excesivo, lo que estorba, todo aquello que apenas importa, o que no importa nada.
Juan Bielsa