viernes, 8 de mayo de 2009

Crisis económica y endeudamiento

Dinero

Es una obviedad: nos encontramos inmersos, económicamente, en una crisis de gran calado.

A mi juicio, una vez que la situación económica mejore, y para ello todavía quedan por atravesar muchos desiertos, el comportamiento de muchas personas habrá cambiado. Comportamiento en relación al dinero, al gasto, al ahorro, a la deuda...

Las cifras de paro, endeudamiento... son escalofriantes. Y lo que esas cifras (esos fríos números) esconden es meridianamente claro para cualquier persona sensible: esas abultadas cifras indican el "abultado" sufrimiento de muchísima gente: infinidad de penurias, estrecheces, situaciones límite, grandes problemas para poder vivir con una mínima dignidad material y moral. Todos conocemos muchos casos donde esas cifras dejan de serlo para pasar a ser cifras-dolor, cifras-necesidad.

Sí, después de esta crisis muchas personas habrán cambiado, sin duda. Habrán cambiado para siempre incluso si su situación mejora.

A raíz de la gran crisis norteamericana del año 29 del siglo pasado, sobre todo en los primeros años de la misma, el endeudamiento de las familias era aterrador. A causa de ese endeudamiento, unido a las altísimas cifras de paro, muchas personas perdieron casas y bienes, lo perdieron todo, incluso su propia autoestima. Esas personas, en gran parte, quedaron traumatizadas de por vida. Habían confiado en el crédito para mejorar sus vidas, y ese mismo crédito las había destruido. Bastantes de esas personas, absolutamente conmocionadas ante lo que el endeudamiento había supuesto para su economía, tomaron una decisión que hoy es bien conocida: decidieron no pedir ni aceptar jamás crédito alguno a lo largo de sus vidas.

Está muy claro: es obvio que nuestro sistema económico, que produce bienes y oferta servicios de forma desmesurada, loca, necesita del consumo igualmente desmesurado y sin fin, del endeudamiento constante de las familias, para garantizar su viabilidad y su existencia, el crecimiento de las cuentas de resultados y generar empleos precarios. Y en efecto, las familias "cumplen": se endeudan y se embarcan en la "aventura" del consumo. Pero cuando este sistema conoce problemas graves, inherentes a su misma lógica absurda, entonces nadie acude en apoyo de las personas y familias que tienen problemas de liquidez, son abandonadas a su suerte con sus deudas; para ellas no habrá nuevas oportunidades ni generosas ayudas. Perderán sus casas, sus bienes, su tiempo y su salud, pero nadie tendrá nunca la más mínima compasión con ellas. Son las víctimas de un sistema que hace aguas por todas partes: cayeron en las trampas de un mecanismo implacable y diabólico.

Existe una contradicción entre lo que es bueno para las personas de forma individual y lo que es bueno para la buena marcha de la economía en general. Lo que es bueno para personas y familias es el ahorro y en lo posible no endeudarse jamás. Sin embargo, "nuestro" sistema económico necesita para sobrevivir de un consumo gigantesco y de endeudamientos masivos; lo necesita para ir tambaleándose una temporada más, para crear sus empleos precarios y sin sentido, para crear una riqueza muchas veces ilusoria y fugaz.

Las personas que quedan traumatizadas ante una hipoteca que no pueden pagar o ante deudas a las que difícilmente pueden hacer frente, adquieren una sabia perspectiva sobre nuestro sistema económico que al final les hace ver el crédito y el endeudamiento, no como amigos que constituyen soluciones o apoyos, no como una necesidad ineludible, sino como una amenaza horrible, como un monstruo espantoso que puede arruinar su salud y sus vidas, como una trampa que hay que reconocer y evitar cueste lo que cueste. Han conocido los horrores del crédito, de un endeudamiento que es sinónimo de esclavitud.

Juan Bielsa